La migración religiosa en Colombia
En Bogotá, un analista de sistemas que se está convirtiendo al judaísmo, una abogada que se convirtió al Islam, y un antropólogo que abrazó la fe de Krishna confiesan sus motivaciones.
Sus historias son las mismas de millones de personas en el mundo que cambian de religión en un fenómeno social denominado 'migración religiosa'. La iglesia Católica resulta ser una de las más diezmadas.
Eso lo reconoce Fabián Marulanda, secretario general de la Conferencia Episcopal de Colombia, quien admite que el catolicismo ya no alcanza a cubrir el 90 por ciento de los colombianos, como en otras épocas. Para el sacerdote, este fenómeno no es exclusivo del país sino que corresponde a una tendencia mundial originada por el pluralismo de cultos.
En Estados Unidos, por ejemplo, un estudio reciente estableció que el cristianismo (que alberga a católicos y a protestantes) ha decaído en un 50 por ciento desde 1970 y que cada vez son más las personas que confiesan no pertenecer a ninguna religión.
Aunque no existe un estudio que establezca cómo está Colombia en los asuntos de la fe, Fabián Salazar, coordinador del Centro de Estudios Teológicos y de las Religiones de la Universidad del Rosario, asegura que la migración religiosa es una realidad en el país.
Lo anterior, explica este teólogo, es el resultado de la búsqueda de nuevas experiencias espirituales y que la fe no ha sido ajena a la globalización.
Salazar también dice que la iglesia Católica en el país ha venido perdiendo fieles en los últimos años y que esto puede obedecer a la falta de formación religiosa en los colegios y en las catequesis, pues ésta no genera bases sólidas en la religiosidad. Por eso, muchos, cuando llegan a la edad adulta, pasan de iglesia en iglesia.
"Para un gran número de católicos la Iglesia solo es el Papa, la Virgen María o las misas de los domingos. No conocen ni comparten la parte dogmática y el conocimiento es muy limitado", agrega.
"El judaísmo es un estilo de vida más que una religión"
Víctor Jara ya hace rato se había convencido de que era católico de crianza pero no de corazón y menos de convicción. Mientras aprendía hebreo, con el fin de comprender libros y textos escritos originalmente en esa lengua, descubrió la Torá (sagradas escrituras) y el estilo de vida de los judíos.
Su abuelo era de origen judío. Eso solo lo supo hace 14 años, cuando decidió aprender hebreo, cansado de trasegar por varias iglesias protestantes.
"El judaísmo es un estilo de vida más que una religión", dice convencido este cucuteño, analista de sistemas, de 53 años, casado, con tres hijas y dos nietas.
Asumir una dieta sana, ausente de la carne de cerdo; renunciar a las fiestas de los viernes en la noche con los amigos (comienzo del Shabbat) y a los sábados como un día clave para sus negocios fueron tareas difíciles de cumplir. Las tentaciones y las adversidades fueron superadas con una premisa fundamental del judaísmo: el amor y la unión familiar, la tranquilidad espiritual y el apoyo por sus compañeros de devoción.
Lo más complicado para él, reconoce, fue admitir que Jesús no es Dios sino un profeta, según el judaísmo. Fue un choque fuerte y más a sabiendas que él había 'militado' en varias iglesias cristianas.
De católica excomulgada, a musulmana consagrada
"¿Jesús es Dios?", le preguntó a la profesora. Tenía siete años y estaba en segundo de primaria. La maestra, atónita, no supo qué responderle. En ese momento, recuerda Sofía Méndez, empezó a hacerse preguntas sobre la fe que desde ya palpitaba en su corazón.
Criada en una familia católica, a los 14 años se fue de la casa y se casó por civil. Dos años más tarde, ya con dos hijos, fue a confesarse en una de las parroquias de Madrid (Cundinamarca) y el sacerdote que la atendió no la absolvió. Al contrario, le dijo que quedaba excomulgada por haberse casado tan joven, y fuera de la institución católica.
"Fue terrible sentir que me quedaba sin religión, pero luego comprendí que esa tampoco era la mía", cuenta la mujer, hoy de 31 años y abogada de profesión. Empezó a indagar sobre las raíces de los indígenas muiscas. Sentía que ahí podría estar la salida a su sed espiritual. Y en esa labor llegó hasta el archivo de Indias de Sevilla (España).
Ya había pasado por varias iglesias protestantes de las que huyó decepcionada porque, según ella, son una suerte de mercado religioso. Incluso viajó hasta Israel, vivió con los judíos durante un mes y quiso unirse a ellos. La idea no funcionó. "Alá, Dios, Yavé. El que sea. Estoy aquí. Necesito una respuesta", clamó muchas veces, y seguía buscando respuestas.
Estando en España, en el apartamento donde vivía, encontró la primera señal que la conduciría a descifrar su gran enigma: un ejemplar del Corán (libro sagrado del Islam), apareció en su mesita de noche. Ya había leído sobre esta religión. Pero solo hasta que conoció a un musulmán, quien le compartió unos textos, concluyó que su búsqueda había terminado.
Hace cinco años, se convirtió en musulmana. Se casó por segunda vez, ahora con un turco, quien ha sido su maestro espiritual. Es feliz, porque al abrazar al Islam pudo abrazar toda su fe. "Lo mejor de ser musulmana es que me permite seguir amando lo que siempre he amado".
Se convirtió en célibe y en vegetariano por su religión
Era un reto difícil. Entre otras cosas, tenía que convertirse totalmente en vegetariano y hacer un uso regulado del sexo. Renunciar a la carne fue duro, pero más difícil resultó hacerle el quite a las tentaciones del cuerpo. Y más para un joven de 21 años con las hormonas alborotadas. Durante cinco años, mientras avanzaba su transformación espiritual, llevó una vida célibe.
Hace dos años se casó. Igual, el cuerpo para los de su religión es un templo y se debe respetar. Fue complicado, lo reconoce. Sin embargo, no hay nada que la mente y el espíritu, y sobre todo, Dios, no puedan superar.
Eso lo asegura Diego Fernando Rivas, un antropólogo bogotano de 28 años que desde hace siete, cansado de divagar y de una vida llena de excesos, decidió convertirse al Vaishnavismo, la religión de Krishna. Lo hizo, según él, después de que Dios le enviara varias señales para que lo recibiera en su corazón de una vez por todas.
"Dios no se equivoca". Él prefiere que lo llamen Kripa Rama Das, su nombre espiritual, que significa: sirviente de la misericordia de Dios sobre la Tierra. Por karma, asegura, nació católico. Pero nunca se sintió como tal. Nunca se aferró a ninguna religión.
Al cambiar de religión, o mejor, al comprometerse con una, Kripa asegura que le encontró por fin un sentido a la vida. Ayudar a los demás y tener un equilibrio entre la mente, el cuerpo y la naturaleza es su mayor bendición.
Y cuando le queda tiempo sale a la calle con sus compañeros a alabar a Dios con el ya popular "Hare Krishna, Hare Krishna", que significa: "Oh, mi señor, por favor, déjame ser un instrumento de tu amor".