Machu Picchu

Machu Picchu (en quechua, 'montaña vieja'), está enclavado en la cima de una montaña que domina el profundo cañón del río Urubamba, en plena selva tropical, constituía a la vez centro de culto y observación astronómica y hacienda privada de la familia del Inca Pachacútec.

Consta de dos grandes áreas: una agrícola, formada principalmente por andenes y recintos de almacenaje de alimentos; y otra urbana, en la que destaca la zona sagrada, con templos, plazas y mausoleos reales trabajados con un exquisito nivel de perfección. Las escalinatas y canales de piedra labrada son una constante a lo largo de este singular sitio arqueológico. Frente a la ciudadela se levanta el Huayna Picchu (en quechua, 'montaña joven'), al que se accede por un empinado camino de piedra.

En 1911 el explorador estadounidense Hiram Bingham descubría a unos 2.800 metros de altura los restos de Machu Picchu, una ciudad totalmente integrada al paisaje andino peruano, refugio de reyes, que acabaría convirtiéndose en símbolo de la civilización incaica. Este reducto del Imperio inca, acerca de cuya historia se desconocen muchos datos, pervivió aislado tras la invasión española gracias a la inaccesibilidad que le proporcionaban las altas cotas de la cordillera andina en las que estaba ubicado.

En sus primeras expediciones por los Andes, Hiram Bingham, oyó hablar de una ciudad perdida, al noroeste de Cuzco, que los conquistadores nunca habían conseguido encontrar. Bingham siguió muchos senderos, pero al final de ellos sólo encontró chozas en ruinas. Durante tres días, mientras los indios iban abriendo un camino por la selva, fueron subiendo trabajosamente por sendas casi impracticables.

Una mañana apareció en su campamento un campesino que les refirió un relato sobre ciertas ruinas que yacían en la cima de la montaña al otro lado del río. El 24 de julio era un día frío y lluvioso, y los compañeros de Bingham estaban exhaustos, sin ánimos de continuar la ascensión. Bingham, que no tenía muchas esperanzas, logró convencer al campesino Melchor Arteaga y al sargento Carrasco para que le acompañaran. Primero cruzaron el río, mediante un frágil puente construido por los indios y atado con ramas. Después, subieron la ladera a gatas. Por fin, después de una ascensión agotadora de más de 700 metros, llegaron a una choza de paja, donde dos indios que allí había les ofrecieron agua fresca y patatas hervidas, y les dijeron que justo a la vuelta había unas viejas casas y muros.

Bingham dio la vuelta a la colina y se quedó maravillado con el espectáculo que tenía ante sus ojos. Primero vio cerca de cien terrazas de piedra escalonadas, admirablemente construidas, que medían centenares de metros: Una especie de granja gigantesca que cubría la ladera y se alzaba hacia el cielo.

Todo ello se encontraba medio oculto por un espeso entramado de árboles y matorrales, infestado de serpientes. Uno de los descubrimientos más importantes realizado por Hiram Bingham, fue el hallazgo de los muros de una mansión, primorosamente tallados, que tienen tres ventanas que miran hacia el sol naciente, tal como la legendaria casa real de donde se dice que partió el primer inca para fundar su dinastía.

No se sabe cuántos siglos antes, ejércitos de albañiles habían construido estos muros, cortando las rocas y transportándolas a mano. Otros tantos obreros habrían llevado hasta allí, quizás desde el valle inferior, toneladas de tierra, para convertir aquel lugar, que aún hoy es fértil, en cultivable.

Detrás de las terrazas, parcialmente escondidas por la maleza, había más maravillas. Tal vez la mayor joya arquitectónica que encierra Machu Picchu, sea su conjunto de muros inclinados.

En lo alto de la ciudad, donde se cree que los incas rendían culto al Sol, los distintos templos, que constituyen uno de los ejemplos más admirables de sillería primitiva que existe en el mundo, representan el trabajo de generaciones de maestros artesanos. No hay dos piedras iguales; cada una fue tallada para ocupar un determinado lugar, con ángulos caprichosos y protuberancias meticulosamente labradas que encajan unas con otras, como si se tratara de las piezas de un rompecabezas. En diversos puntos arrancan escalinatas laterales. Algunas escaleras de seis, ocho y diez peldaños, que conducen a un palacio, fueron talladas con su balaustrada de un solo bloque de granito.

Nuestros únicos conocimientos sobre su civilización nos llegan a través de las crónicas escritas durante la conquista de Perú, pero en ninguna de ellas se menciona nada sobre esta fortaleza Inca, lo cual demuestra que los conquistadores nunca llegaron a descubrirla.

Según documentos de mediados del siglo XVI,2 Machu Picchu habría sido una de las residencias de descanso de Pachacútec (primer emperador inca, 1438-1470). Sin embargo, algunas de sus mejores construcciones y el evidente carácter ceremonial de la principal vía de acceso a la llaqta (poblado andino) demostrarían que ésta fue usada como santuario religioso. Ambos usos, el de palacio y santuario, no habrían sido incompatibles. Algunos expertos parecen haber descartado, en cambio, un supuesto carácter militar, por lo que los populares calificativos de "fortaleza" o "ciudadela" podrían haber sido superados.

Machu Picchu es considerada al mismo tiempo una obra maestra de la arquitectura y la ingeniería. Sus peculiares características arquitectónicas y paisajísticas, y el velo de misterio que ha tejido a su alrededor buena parte de la literatura publicada sobre el sitio, lo han convertido en uno de los destinos turísticos más populares del planeta.

Machu Picchu está en la Lista del Patrimonio de la humanidad de la UNESCO desde 1983, como parte de todo un conjunto cultural y ecológico conocido bajo el nombre de Santuario Histórico de Machu Picchu.

El 7 de julio de 2007 Machu Picchu fue elegida como una de las nuevas maravillas del mundo en una ceremonia realizada en Lisboa, Portugal.

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