Antonio Zapata
Hiram Bingham fue un personaje complejo. Poseía una tremenda fuerza personal y obtuvo muchas realizaciones, pero estuvo acompañado por mezquindades mayores, incluso con su propia familia. Hijo y nieto de los primeros misioneros norteamericanos en Hawai, Bingham nació en las islas y se trasladó al continente para completar su educación. Terminó su doctorado en Harvard y fue contratado como profesor de Historia en la Universidad de Yale.
En esos años, se estaba produciendo la primera expansión de los EEUU fuera de sus límites. Desde su independencia y hasta fines del siglo XIX, los EEUU habían consolidado su inmensa frontera interior, quitándosela a México, que era dueño legal desde Texas hasta California, y a los indios del oeste, que la poseían de facto desde tiempos inmemoriales.
Sólo después de la Guerra de 1898, los EEUU salieron a la conquista del mundo. Entonces, se puso de moda un nuevo tipo de norteamericano ideal: explorador y descubridor. El prototipo fue Theodore Roosevelt, a quien debemos distinguir del futuro presidente del New Deal. Este primer Roosevelt había participado de la invasión a Cuba y tenía prestigio porque poseía un rancho en el oeste; era un gran cazador de búfalos, predicaba vivir al aire libre y dedicarse también a la acción política. Pues bien, Bingham decidió protagonizar ese modelo, reparando que sus primeros años en Hawai lo predisponían al éxito.
Viajó a Sudamérica en busca de un gran tema. Primero se interesó por Bolívar y concibió la idea de repetir su ruta a caballo. Pero, se topó con las ruinas incas y quedó fascinado. Conoció Choquequirao e imaginó descubrir la entonces perdida Vilcabamba la Vieja, capital de Manco Inca. Interesó a la Universidad de Yale y a la National Geographic, montando una primera expedición en 1911. En el Cuzco, reunió toda la información que pudo, dibujó un mapa con los sitios posibles de Vilcabamba y salió a recorrerlos. De este modo, cuando llegó a Machu Picchu estaba buscando otro lugar. Inmediatamente no percibió su grandeza; la primera vez estuvo apenas una tarde y siguió su apurado viaje. Encontró tres familias que vivían en la plaza produciendo maíz; en el Templo de las Tres Ventanas tomó una foto donde se lee un grafiti que decía: "Lizárraga 1908". Era el hacendado que años atrás había realizado un almuerzo campestre en las ruinas.
Sólo al regresar a los EEUU, sin haber identificado Vilcabamba, revisando sus fotos, percibió que Machu Picchu era un lugar maravilloso y decidió realizar una segunda y luego una tercera expedición. Estas dos últimas fueron bien organizadas y se llevó todo lo que encontró. No había mucho, nada en la ciudadela propiamente dicha, sino huesos y algunos objetos enterrados en tumbas de los alrededores. Encontró 200 cadáveres, la gran mayoría eran mujeres del Acllawasi que funcionaba en Machu Picchu. Retornó a los EEUU, hizo una tremenda bulla mediática, en la cual era experto, y se lanzó a la política, llegando a ser elegido senador en dos oportunidades por el partido republicano.
Se casó con una millonaria y la dejó, llevándose unas acciones que la familia de ella entendió que no le pertenecían. Protagonizó varios escándalos, pero siempre salió bien librado gracias a su fama inicial: un descubridor de ciudades perdidas. Él creó para su beneficio la reputación de Machu Picchu como enigma.
Los funcionarios peruanos de aquellos días no lo dejaron saquear, sino que lo obligaron a inventariar y a comprometerse a devolver. Pero, no lo hizo. Recién ahora, gracias al éxito de la gestión del INC ante la Universidad de Yale, iniciada en la anterior gestión de Luis Lumbreras y concretada gracias a la actual de Cecilia Bákula, los restos hallados por Bingham retornarán al país, donde se construirá un museo permanente en el Cusco para albergarlos. Una buena noticia en medio de tantos conflictos nacionales.
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