La verdadera frontera comienza justo después del abandono del Estado




INFORME DE FRONTERAS. Luis Carlos Díaz V.

Venezuela comparte con Colombia una frontera caliente, una larga línea de 2.219km de largo que más que división, representa un terreno común para los que hacen vida en sus aleros. No hace falta cruzar una alambrada o un muro, ni buscar una garrocha para pisar suelo colombiano o venir a Venezuela. No en el estado Apure, por ejemplo, territorio en constante movimiento migratorio, económico y cultural.


Sin embargo es una situación compleja la fronteriza, donde la pobreza, la violencia armada y el abandono durante mucho tiempo del Estado, de ambos estados, ha desencadenado una dinámica caótica en donde la ley o la justicia se toman paréntesis a cada respiro.


En una lucha por el control territorial, que también significa control de lo que se pueda traficar por allí, muchas poblaciones rurales de Colombia han sufrido las constantes barridas de grupos armados irregulares. Cuando no fue el ELN, fueron las FARC, alguna división de éstas, un grupo paramilitar pagado por la extrema derecha o las propias fuerzas armadas oficiales de Colombia. Las balas mil veces han caído sobre los inocentes por considerarlos sospechosos. Por eso el terror no diferencia y el temor produce la estampida.


Es la historia de décadas de guerra colombiana, un conflicto que pese a la cercanía a nuestras fronteras, nunca ha sido comprendido por los venezolanos, que lo perciben como un lejano rumor, ajeno por estar bajo otra bandera.


La realidad es otra. Porque no sólo en desplazados internos se convierten los colombianos víctimas del conflicto armado, también muchos, ya incontables hoy, han cruzado las distintas fronteras para reconstruir sus vidas en nuevos territorios.


Así es la historia de El Nula, cuya “fundación” y crecimiento se debe a una de las primeras oleadas de campesinos colombianos que cruzaron la frontera después del asesinato de Gaitán y el inicio de la violencia armada. Al final, no había mucha diferencia entre un habitante de aquel o éste lado del río, sobretodo si se dedicaba al cultivo o a la ganadería, porque los paisajes son los mismos. Así se consolidó un caserío que es ahora un pueblo de aproximadamente 10 mil personas y sigue presenciando estas avanzadas migratorias.


Pero ya no es la agricultura la actividad que predomina en esta tierra verde. Entrar a El Nula desde el aeropuerto de El Piñal, en el estado Táchira, significó en el pasado, pasar por 3 alcabalas militares. El operativo de seguridad para la zona, diseñado por el Ministerio del Poder Popular para Interior y Justicia, incluye estos detenimientos en las vías más transitadas, petición de documentos de identidad y revisión de vehículos. Una vez en El Nula, los militares también son visibles en la estación de gasolina, donde controlan el suministro de combustible. El tráfico del mismo para revender del otro lado de la frontera es parte de los grandes rubros que sostienen a los grupos armados irregulares: tráfico de armas, drogas, ganado, combustible y jóvenes para la lucha armada.


Ver: http://www.serviciojesuitaarefugiados-vzla.org/informes/infront-jun2007.html